"Sólo la pérdida de nieve y de los glaciares de las montañas de Asia afectaría a aproximadamente el cuarenta por ciento de la población mundial", señala el informe 'Perspectiva Global sobre la Nieve y el Hielo', presentado en Nairobi, sede del PNUMA, durante el Día Mundial del Medio Ambiente. Pero otras áreas, como los Pirineos, los Alpes o los Andes, también se verán muy dañados por el impacto, añade el documento, que analiza las tendencias actuales y posible evolución futura de los ecosistemas de hielo y nieve, como glaciares, ríos y lagos helados.
"El cambio climático es un círculo vicioso en lo que respecta a estos ecosistemas: temperaturas más altas llevan a menos hielo y nieve y ello causa que la tierra y el mar tengan que absorber más luz solar, lo que aumenta aún más las temperaturas", explicó Christian Lambrechts, de la División de Alerta Previa del PNUMA y uno de los coordinadores del informe.
Los efectos de alcance global incluirán cambios sustanciales en la disponibilidad de agua para beber y para riego, así como un aumento de los niveles del mar, cambios en los patrones de circulación del agua en los océanos, y la amenaza a la supervivencia de especies de flora y fauna que sobreviven en dichos ecosistemas, entre otros.
Según la información científica ya disponible, el Ártico se está calentando casi al doble de velocidad que el resto del mundo y en muchas áreas, las zonas montañosas también están registrando aumentos de temperaturas más mayores que en los terrenos a baja altitud. "La cubierta de hielo en el mar Ártico está disminuyendo un 8,9 por ciento por década en verano, y es posible que para el año 2100 tengamos un océano ártico completamente libre de hielo en la estación estival", dijo Lambrechts.
El documento también confirma la tendencia a la disminución del tamaño de los glaciares del mundo en los últimos años, y especialmente desde los años ochenta. "Los tres glaciares que hay en África, en el Monte Kenia, el Kilimanjaro de Tanzania y las montañas Rwenzori de Uganda, han perdido ya el 82 por ciento de su superficie y es muy posible que los glaciares del Kilimanjaro desaparezcan por completo en el espacio de dos décadas", agregó el experto.
En la Antártida y Groenlandia están las capas de hielo que contienen el 98 por ciento del agua fresca congelada del planeta y, como estimación, si Groenlandia se derritiera por completo el aumento del nivel del mar llegaría hasta siete metros.
Estos dos temas están íntimamente relacionados, la idea de manejar áreas protegidas que excluyen a los seres humanos es una consecuencia de una determinada concepción de la Naturaleza. Bajo esa idea, la Naturaleza es silvestre o prístina sólo si el ser humano no ha modificado el ambiente y se mantiene en su estado virgen.
En la primera columna, publicada en enero de 2006, Jan Christensen (editor contribuyente de la revista) resume el debate sobre el concepto de silvestre comenzado por Bill McKibben con su “The End of Nature” (“El Fin de la Naturaleza”) en 1989 y continuado brillantemente por William Cronon en “The Trouble with Wilderness; or, Getting Back to the Wrong Nature” (“El problema con lo Silvestre; o, volviendo a la Naturaleza equivocada”; 1995). McKibben aseguraba que con el calentamiento global ya no quedaba lugar en el planeta que no fuera modificado por el ser humano, y que por ende lo silvestre estaba muerto. Cronon por su parte sostenía que al querer preservar una Naturaleza definida bajo una percepción particular y vinculada al concepto de lo silvestre, se estaban denigrando otras formas de naturaleza, que si bien estaba modificada igual seguía siendo importante para el ser humano y para la conservación.
Este debate era y sigue siendo de fundamental importancia para la conservación, ya que pone en tela de juicio el concepto de silvestre. Lo silvestre como prístino era una de las bases fundamentales de la conservación en décadas pasadas, particularmente en Norte América. Pero obviamente es un concepto problemático en América Latina, ya que ha existido presencia humana en todo el continente por milenios, y aún hoy en día muchas áreas protegidas albergan comunidades humanas.
Pero también es necesario relativizar el propósito de la conservación enfocada únicamente en áreas silvestres, ya que ésta debe aplicarse también fuera de esas áreas en el resto del territorio. La conservación es importante en zonas de muy baja modificación, pero también es necesaria en las zonas agrícolas y áreas urbanas. En zonas agrícolas tener en cuenta aspectos de conservación de la biodiversidad es fundamental ya que las políticas agrícolas pueden tener un fuerte impacto en la biodiversidad, como se evidencia con el creciente avance del cultivo de soja en el Cono Sur. En áreas urbanas también se debe proteger la biodiversidad remanente. En muchos casos en zonas urbanas se encuentran especies raras o incluso especies en peligro de extinción. Además la conservación en zonas urbanas puede ser de gran ayuda para la educación ambiental.
El concepto de silvestre está muy relacionado con la selección y el tipo de manejo de las áreas protegidas. En su última columna, publicada en abril de 2006, Christensen se refiere a una vuelta a las áreas protegidas basadas en la fortificación de sus límites para mantener los impactos fuera. Un reciente documento del Fondo Mundial para el Ambiente (GEF) cambia el énfasis de los futuros fondos de conservación de “uso sustentable en las áreas protegidas y zonas de amortiguación” a “sustentabilidad en las áreas protegidas”. Recordemos que este fondo financia muchos proyectos en varios países de América Latina. Al parecer, explica Christensen, este sencillo cambio significa que el criterio para dar destino a los fondos del GEF para proyectos de conservación cambiará de áreas protegidas que coordinan conservación con manejo comunitario de recursos naturales a áreas protegidas fortificadas.